Entre lágrimas y pesar, familiares y amigos rindieron el último adiós a Juan Carlos Sosa, quien fue parte de sus vidas durante once años llenos de recuerdos y momentos compartidos. Sus restos encontraron su morada final en el cementerio Los Cusis, un lugar que ahora guarda la memoria de este joven cuyo tiempo se truncó de manera trágica.

La madre del menor, en medio del dolor que ningún padre debería enfrentar, encontró la fortaleza para perdonar a Maximiliano Cueto por su involucramiento en el accidente que cobró la vida de su hijo. A pesar de la magnitud de la pérdida y del impacto de lo sucedido, ella optó por liberar el peso del resentimiento y el rencor.

Sin embargo, fue enfática al señalar que la responsabilidad de este trágico desenlace no recae únicamente en el joven involucrado en el accidente, sino que también apunta hacia el padre de Juan Carlos. En sus palabras, expresó que la falta de control y supervisión sobre su hijo es un factor crucial que contribuyó a la situación.

El dolor se mezcla con la desilusión en la voz de la madre, quien hace referencia a los actos que, según ella, el padre de Juan Carlos ha estado llevando a cabo. Un mensaje cargado de reproche y señalamiento hacia la figura paterna por su aparente ausencia y falta de responsabilidad en el cuidado del joven.

En medio de su lamento, la madre también destaca que el ahora fallecido habría sido capaz de comprender y perdonar a Maximiliano Cueto si hubiera tenido la oportunidad de conocerlo. Lo describe como una persona de buen corazón, alegre y amiguera, atributos que, en su opinión, habrían llevado a Juan Carlos a tender una mano de amistad y a otorgar el perdón.

Esta triste despedida es un recordatorio conmovedor de la fragilidad de la vida y de cómo las decisiones y acciones dejan huellas imborrables en las personas y en sus seres queridos. En medio de la tristeza y la pérdida, este momento también invita a la reflexión sobre la importancia de la responsabilidad y el cuidado mutuo en nuestras vidas.