Lo último |

La Paz |

Santa Cruz

 18 Marzo

Imagen modal
https://www.facebook.com/Maudashoes
https://bit.ly/ElectroVidaGenioX




Carne y combustible: Necesidades que se convierten en lujos en medio de la crisis

Carne y combustible: Necesidades que se convierten en lujos en medio de la crisis

12 de Marzo de 2025 05:45 pm

Falta de dólares, con restricciones en las compras, incremento de los precios de los alimentos y de los remedios, sumados a la escasez de algunos, ya inquietaban a los bolivianos, pero ahora, desde Carnaval, la falta de combustible, con filas de más de un día que no garantizan el abastecimiento, parecen agravar aún más el panorama.

Milenca Gutiérrez no se esfuerza por disimular su enojo. Dijo que no tiene tiempo para quedarse cinco horas en una fila, porque “es irracional”, y que ya desde hace varios meses optó por usar su auto solo para ir a la oficina, y desde ahí moverse en micro a otros puntos de la ciudad.

De seguir tan complicada la obtención de combustible, porque vive por La Chonta, carretera a Warnes, cree que tendrá que optar por la bici, como en los días de paro, pero al ser una mujer que vive sola, también teme por su seguridad. “Los micros que pasan por la puerta de mi casa no trabajan tan temprano como los de la carretera, así que tengo que caminar varias cuadras y obvio que me da un poco de miedo porque salgo con mochila; aparte, esta no es una ciudad amable”, confesó sobre los días cuando deja el vehículo en su hogar.

En cuanto a sus compras, ya no compra mantequilla, jamón, mermelada, etc., todo lo que sea más procesado porque es más caro. “Compro verduras, muchos granos y cereales para diez días. Hace unos seis meses que no compro carne de res, he reducido esto a pollo, cerdo y bife de hígado. La carne de res me parece un lujo, cuando veo que no puedo adquirir con tranquilidad un yogurt, o toca elegir entre un té o una leche chocolatada, siento que estoy en Venezuela. Suspendí las compras en supermercado, me voy al Abasto. Y si esto me pasa estando sola, no puedo imaginar lo que ocurre en los hogares donde hay niños”, lamentó.

Gutiérrez no entiende en qué momento los bolivianos llegaron a esta situación, “a tener que comer porotos en vez de carne, a no tener gasolina, dólares. Me siento muy triste, tengo ganas de vender todo. Encima hay un nivel de depresión colectiva del que nadie habla”, se desahogó.

Hilda Huanca es comerciante de lo que se conoce como ‘ropa americana’. Según ella, desde enero del año pasado empezó a bajar sus ventas, que hoy llegan al 50% menos que en otros tiempos. Ahora se ve obligada a trabajar hasta los domingos para juntar el alquiler, o no le alcanza. “Ha subido mucho el precio de la ropa, tenemos que pagar más por fardo porque el dólar ha subido, así que ya no puedo ofrecer las prendas que se venden más barato”, explicó.

Este descenso en su economía afecta a la rutina de su familia. Antes compraba comida para ella y sus dos hijos, pagaba Bs 12 o 15 por cada uno, y ahora Bs 18. Por este encarecimiento, cocina en casa y se lleva para todos a la tienda.

Admitió que la situación es preocupante y que le molesta, pero también dijo que tiene que mantener la tranquilidad para no enfermarme porque es mamá soltera.

Otra historia es la de los remedios. “Mi hijo menor consume varios medicamentos, pero aumentaron mucho los precios, gasto casi el doble a diferencia de antes, y en algunas ocasiones opto por la medicina natural, que es más barata”, confesó.

Marcela Marino es migrante. Su pequeña familia de tres personas está conformada por ella, su hija y su nieta. Viven en dos cuartos en alquiler, por los que pagan Bs 800.

La falta de combustible perjudica a su hija para trasladarse desde la avenida Fuerza Aérea Boliviana (Santos Dumont) hasta a su trabajo en Equipetrol. Cuando no encuentran micro o este demora mucho, usan las motos de Yango.

Hace un mes y medio que la carne dejó de llegar a su casa. “Solo comemos menudo de pollo, sobre todo después que subió el precio del pasaje, y de que no hay combustible. Cuido a mi nieta, pero a veces limpio alguna casa, y con eso pago el desayuno de mi nieta”, dijo, ya que en el colegio tampoco están recibiendo el desayuno escolar los estudiantes.

Cada mañana, brinda un vaso con leche a su nieta porque la pequeña de seis años no come pan, y Marcela no puede comprarle frutas. “Alguna vez le consigo manzanas o uvas, pero no es todos los días porque están muy caras”, explicó.

Marcela ya no veía con sus lentes viejos, eran los mismos que tenía desde que llegó desde su país a Bolivia, pero gracias a una amiga que también le da trabajos ocasionales, pudo cambiarlos. Otra pequeña alegría para ella, en medio de la difícil coyuntura, es que una donación le ayudó a comprar un refrigerador de medio uso.

Leo López es venezolano. Vive con su mascota en un cuarto en alquiler, del que ya arrastra un mes de pago, No es boliviano, pero siente la crisis como los nacidos en este país. Compartió que antes podía comprar hígado de res a su perro, porque encontraba en Bs 8, pero dijo que ahora está en Bs 16, a pesar que solo busca en lugares que considera baratos, como los mercados. Por el momento, solo puede ofrecerle croquetas, porque duran más, y arrocillo.

Tampoco puede comprar la famosa harina pan venezolana para preparar sus arepas. Contó en otros tiempos se compraba al menos un “pedacito” de carne de res, pero que ahora opta por la carne molida de segunda porque le rinde más al mezclarla con fideo.

Asimismo, anteriormente tenía la posibilidad de mandar un poco de dinero a su madre y su tía en Venezuela, pero dijo que ya le resulta imposible porque no hay dólares y con el cambio es muy caro.

“Veo la misma historia de Venezuela, la gasolina, los precios de la comida, los dólares, la escasez. Las historias son parecidas, en todos lados es el mismo libreto, pero con otros protagonistas. Siento que todo esto me persigue, de Ecuador me vine por lo mismo; me iría a Brasil, es más estable, pero necesito ahorrar para el alquiler”, se confesó.

Nacional     
Compartir: