Román Starovoit, exministro de Transporte de Rusia, fue encontrado muerto con un disparo en la cabeza pocas horas después de ser destituido por el presidente Vladímir Putin. Las autoridades presumen que se trató de un suicidio, un hecho que no se registraba en Rusia desde hace más de tres décadas, lo que ha generado conmoción y especulaciones dentro del país y fuera de él.

El cuerpo de Starovoit fue hallado en un parque en las afueras de Moscú, junto a una pistola, y los investigadores consideran que pudo haberse quitado la vida por la presión de posibles investigaciones y acusaciones. Antes de ocupar el cargo ministerial en mayo de 2024, Starovoit fue gobernador de la región de Kursk, ubicada en la frontera con Ucrania, donde impulsó la construcción de fortificaciones que no lograron detener la incursión ucraniana en parte del territorio.

Tras su destitución, dos altos funcionarios relacionados con esas obras fueron arrestados y acusados de fraude, lo que alimenta la hipótesis de que Starovoit podía ser el siguiente en enfrentar cargos judiciales. Este escenario refleja la creciente tensión y la severidad dentro del gobierno ruso, en un contexto de re-estalinización y persecución política.

El Kremlin evitó comentar directamente sobre la muerte del exministro, limitándose a expresar conmoción y afirmando que la investigación está en curso. La prensa rusa se ha mostrado cautelosa, y la televisión estatal apenas ha dedicado segundos a informar el caso, reflejando la delicadeza del tema para las autoridades.

Expertos internacionales comparan este hecho con episodios similares ocurridos durante el régimen de Stalin, donde funcionarios se quitaban la vida ante la falta de salidas en un sistema represivo. La muerte de Starovoit es una advertencia clara para la élite política cercana a Putin sobre los riesgos de enfrentarse a las investigaciones internas y al poder del Kremlin.