La chicha, una vez venerada como bebida sagrada por los incas y protagonista de ceremonias religiosas, enfrenta un declive significativo en la actualidad.

Con más de 600 años de historia y elaborada tradicionalmente a partir de maíz fermentado, esta bebida ha perdido relevancia.

En el pasado, especialmente en el siglo XIX y principios del XX, la chicha era esencial en la vida cotidiana de Cochabamba, contribuyendo incluso a la construcción de infraestructura clave como el estadio Félix Capriles y la pavimentación de calles.

Sin embargo, hoy en día su consumo ha disminuido drásticamente y la producción de maíz destinado a su elaboración es mínima.

El maíz, fundamental para la producción de chicha, está siendo reemplazado por variedades menos demandadas y afectadas por el cambio climático, como el maíz morado y el chuspillo.

La especialización y el sabor distintivo de estas variedades están en peligro de desaparecer debido a la baja demanda y los desafíos ambientales.

El especialista Walquer Arandia Ríos destaca que solo una pequeña fracción del maíz producido en Cochabamba se utiliza para hacer chicha, y las variedades tradicionales están en peligro de extinción.

A pesar de su historia rica y su impacto económico, la chicha ha sido estigmatizada, con restricciones que limitan su comercialización y un rechazo que ha perjudicado su reputación.

Dennis Salazar Gonzales, coordinador del Museo de Tarata, y otros expertos piden un resurgimiento del interés en la bebida, instando a las autoridades a apoyar a los productores y a revalorizar este legado cultural.

El escritor Ramón Rocha Monroy también subraya cómo la chicha, que una vez fue celebrada y ampliamente consumida, ha sido relegada a un estatus marginal debido a la preferencia por bebidas importadas.