Son jóvenes y emigraron: “No es una aventura, es una necesidad”
Las historias de estos jóvenes son una pequeña muestra que refleja una realidad dura: una generación que ha tenido que abandonar su país no por aventura, sino por sobrevivencia. Bolivia atraviesa una crisis estructural que empuja a muchos de sus ciudadanos a buscar en el extranjero lo que su tierra no les puede dar: oportunidades, estabilidad y un futuro digno.
Emigrar no significa abandonar sus raíces. Significa buscar lo que el país no puede ofrecerles actualmente. Pese a que viven a miles de kilómetros, todos siguen llevando a Bolivia en el corazón, con la esperanza, quizás, de volver algún día a una tierra con mejor futuro.
Andrea Vargas, que ahora vive en Valencia es clara cuando dice: “Aquí el sistema no te exprime como en Bolivia. Puedo trabajar, estudiar y tener tiempo para mí. Es un balance que allá no encontraba de ninguna manera”.
Maritza Hamel: “Extraño absolutamente todo, pero aquí tengo más oportunidades” Desde Utah, Estados Unidos, Maritza Hamel (23) recuerda con nostalgia su natal Santa Cruz de la Sierra. Si bien su viaje comenzó con la ilusión de estudiar en el extranjero, con el tiempo se transformó en una decisión forzada por la falta de estabilidad económica y las pocas oportunidades en Bolivia.
“Actualmente trabajo en la librería de mi universidad. Eso me permite generar ingresos mientras estudio”, comenta. Aunque agradece la posibilidad de desarrollarse laboral y académicamente en Estados Unidos, reconoce que no fue una elección fácil. “En Bolivia, encontrar un trabajo digno siendo estudiante es casi imposible. A pesar de que esté lejos, tengo más estabilidad”.
Extraña profundamente su hogar. “Extraño absolutamente todo: mi familia, mis amigos, el calorcito de Santa Cruz, y la comida, por supuesto”. Adaptarse no ha sido sencillo. “Hacer amigos ha sido difícil y el clima es un cambio muy drástico, porque aquí cae nieve la mayor parte del año. Pero pese a todo, aquí veo un futuro más claro”.
Fernanda Cuéllar: “No me fui porque quería, lo hice porque no tenía opción ” Radicada en Washington, Fernanda Cuéllar (26) dejó Bolivia motivada por una realidad insostenible. “No me fui porque quería, me fui porque no tenía otra opción. La falta de empleo y las pocas perspectivas de futuro me obligaron a buscar una salida”, lo dice recordando que no podía estar en un empleo fijo porque siempre había problemas económicos de por medio y terminaba cambiándose a otro.
Hoy trabaja en la cocina de un restaurante, un espacio que se ha convertido en la mayor escuela de su vida. “Aquí estoy aprendiendo muchas cosas que no sabía que podía lograr, pero también aprendiendo a sobrevivir lejos. El idioma fue mi mayor barrera, pero lo superé porque no tenía alternativa alguna”.
A pesar de todos estos retos, Cuéllar no se arrepiente para nada. “Salir de tu país te obliga a crecer, a ser fuerte. Aunque también creo que nadie debería tener que irse porque en su tierra ya no hay futuro”.
Sebastián Barbery: “En Bolivia la educación superior es cara y las opciones laborales son muy limitadas” En Zaragoza, España, Sebastián Barbery (20) encontró oportunidades que en Bolivia eran simplemente inalcanzables. “Siempre quise estudiar fuera, pero también sabía que allá no podía darme el lujo de estancarme. En Bolivia la educación superior es cara y las opciones laborales son muy limitadas”.
Barbery valora la independencia que ha ganado. “Pasé de tener todo resuelto en casa a tener que hacerme cargo de absolutamente todo. Fue un cambio duro, pero necesario. Aquí estudiar y trabajar es mucho más accesible y aunque no es nada fácil, al menos sé que todo el esfuerzo vale la pena”.
A quienes piensan en emigrar, les recomienda hacerlo con los ojos abiertos. “No es una aventura, es una necesidad. Y hay que estar preparado para todo lo que implica dejar nuestro país por la mala situación”.
Andrea Vargas: “Aquí el sistema no te exprime como en Bolivia. Puedo trabajar, estudiar y tener tiempo para mí”
Llegó hasta Valencia, España. Andrea Vargas (23) vive el sueño de haber salido del país que se concretó por etapas, pero fue la situación en Bolivia lo que terminó por convencerla de que no iba a volver. “Después de estudiar en Estados Unidos y regresar a Bolivia por un tiempo, me di cuenta de que estudiar y vivir en el país con la situación actual, sería frustrante”.
Actualmente trabaja en una empresa de logística y valora la calidad de vida que ha encontrado. “Aquí el sistema no te exprime como en Bolivia. Puedo trabajar, estudiar y tener tiempo para mí.
Es un balance que allá no encontraba de ninguna manera”. Vargas es clara en su mensaje: “Emigrar no es un lujo, muchas veces es la única salida. Pero hay que dejar de idealizar. El primer mundo también tiene sus dificultades, sobre todo si venís de un país golpeado por la crisis”.
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