Choferes sacrifican sus jornadas laborales en filas interminables por diésel en Bolivia
"Debería estar trabajando, pero estoy aquí desde las cinco y media de la mañana", dice un conductor de la línea 30 de micros en Santa Cruz, resignado frente a una fila que no se mueve. Como él, decenas de transportistas se ven obligados a suspender sus labores para buscar combustible en una ciudad golpeada por la escasez de diésel.
varios choferes confirmaron que la situación se ha vuelto rutinaria: "Esto no viene de hace una semana o un mes. Es desde hace tiempo. A veces hasta dormimos en los surtidores", señaló otro transportista.
El fenómeno afecta a prácticamente todas las líneas de transporte urbano. En medio del bullicio del tráfico y el sofocante clima cruceño, los conductores relatan una misma rutina: trabajar un día, hacer cola al siguiente. “Ya no se trabaja bien. Nosotros ganamos al día. El día que no trabajamos, no comemos”, explicó un conductor de la línea 140.
Una crisis con impacto social directo El desabastecimiento de combustibles, especialmente diésel, ha afectado a sectores como el transporte público, la agroindustria y la construcción. Desde abril, la estatal YPFB ha reconocido dificultades logísticas y de financiamiento para garantizar un flujo regular de carburantes. Aunque el Gobierno ha flexibilizado la importación privada de combustibles, la escasez persiste.
“Con paciencia, nomás. No queda otra. No hay diésel”, resume otro chofer, con tono resignado, tras más de cuatro horas de espera sin certeza de poder cargar.
Según dirigentes del sector, las filas se han convertido en parte del nuevo ritmo urbano: la mitad de los vehículos trabaja, la otra mitad hace fila. Esto ha reducido la frecuencia de los micros, alterado rutas y encarecido los pasajes para los pasajeros.
Un sistema al límite Los testimonios recabados muestran el grado de desgaste físico y económico que enfrentan los conductores. En la mayoría de los casos, trabajan bajo el sistema día a día, sin sueldo fijo ni seguridad laboral. El combustible, antes una garantía básica para movilizarse, se ha vuelto un lujo diario que determina quién gana o pierde el sustento.
La frustración también apunta a las autoridades: “Seguimos con esta burocracia de Yacimientos. Mire cómo nos perjudica”, dice un conductor enojado, mientras observa cómo avanza lentamente la fila en un surtidor de la zona norte.
Hasta el momento, el Gobierno boliviano ha responsabilizado a los bloqueos internos, a la falta de divisas y a la demora en la aprobación de créditos en la Asamblea Legislativa por el agravamiento de la crisis. Pero para los choferes de micro, eso es retórica lejana. Ellos siguen haciendo cola.
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