Bolivia enfrenta por primera vez en su historia una segunda vuelta electoral para elegir a su presidente y vicepresidente, un hecho inédito que marca un nuevo capítulo en la vida democrática del país. Hasta ahora, el mecanismo del balotaje solo se había aplicado en el ámbito subnacional, para definir gobernaciones.

Desde la promulgación de la Constitución Política del Estado (CPE) en 2009, Bolivia celebró tres elecciones generales —2009, 2014 y 2020—, en las cuales los candidatos ganadores superaron el 50% de los votos, evitando así una segunda vuelta. Sin embargo, los resultados de las elecciones generales del 17 de agosto de 2025 no dieron a ningún aspirante la mayoría absoluta, lo que activó por primera vez el balotaje presidencial entre Rodrigo Paz (PDC) y Jorge “Tuto” Quiroga (Libre).

En el ámbito departamental, el país ya había tenido experiencia con este tipo de comicios. Desde 2009, se realizaron seis segundas vueltas para elegir gobernadores en dos procesos subnacionales: 2015 y 2021. En 2015, el balotaje se aplicó en Tarija y Beni, mientras que en 2021 se repitió en Chuquisaca, La Paz, Tarija y Pando.

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) destaca el caso de Tarija como un ejemplo ilustrativo: en las dos últimas elecciones subnacionales, ese departamento acudió a segunda vuelta. En 2015, la diferencia entre los dos primeros candidatos en la primera ronda fue menor al 10%, y en el balotaje, Adrián Oliva, quien había liderado inicialmente la votación, amplió su ventaja en 20 puntos y se consolidó como gobernador.

Con este nuevo proceso electoral, Bolivia da un paso histórico hacia la consolidación de los mecanismos de legitimación democrática, aplicando por primera vez el balotaje a nivel presidencial, una herramienta clave para garantizar que el futuro mandatario cuente con el respaldo mayoritario de los votantes.