Shane Tamura, un joven de 27 años residente en Las Vegas, protagonizó un tiroteo fatal en un rascacielos de Nueva York el lunes por la tarde, donde acabó con la vida de cuatro personas antes de suicidarse. El hecho ocurrió en el piso 33 del edificio que alberga las oficinas centrales de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL).

Según autoridades locales, Tamura dejó una nota en la que responsabilizaba a la NFL por su deteriorado estado de salud mental, asegurando que padecía encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad cerebral degenerativa asociada con golpes repetitivos en la cabeza, comunes en deportes de contacto como el fútbol americano.

El alcalde de Nueva York, Eric Adams, declaró que el ataque parecía estar dirigido contra la NFL, y confirmó que un empleado de la liga resultó herido de gravedad durante el tiroteo.

La ETC ha sido objeto de investigaciones por su relación con comportamientos violentos, depresión, pérdida de memoria y trastornos cognitivos. Esta afección se ha diagnosticado en numerosos exjugadores de fútbol americano, entre ellos Aaron Hernández, quien fue condenado por asesinato y se quitó la vida en prisión. En su caso, la autopsia reveló daños cerebrales severos causados por la enfermedad.

En 2017, un estudio publicado por el New York Times evidenció la magnitud del problema: de 111 cerebros de exjugadores de la NFL analizados, 110 presentaban signos claros de ETC, lo que intensificó el debate sobre los riesgos del deporte y la responsabilidad de la liga.

Las investigaciones sobre el caso Tamura continúan, mientras crecen las preocupaciones por los efectos de esta enfermedad en la salud mental de quienes han practicado deportes de contacto de forma prolongada.